sábado, 3 de mayo de 2014

Su relato era tan profundo 
que ese miedo se fue llenando de razones. 
Escribía, escribía y oscurecía, 
oscurecía a la velocidad de las letras. 
Se acariciaban las manos y las muñecas, 
y el vapor del té era, el vapor del tren. 
Ese tren sólo iba, iba y crecía, 
crecía como un beso, rojo.


Laura Barrientos Lowey


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