Calle sin salida, laberinto nocturno.
Opresión del pecho, sin saber contínuo…
Largo camino a la nada
volver a ver lo nunca visto
pasión desencadenada
herida sangrante que al fin… nunca cicatrizó
y yo… ya ves…
desangrando gota a gota
otra paralizante melodía
que vuelve a repetir los quejidos del ayer.
Calle sin salida, paredón interminable,
divisorio entre la vida y los sueños,
camino sinuoso que no lleva a ninguna parte
porque en el final tiene un abismo…
Abismo de sol y de sombras que flotan alrededor
del ser y del no ser,
desprolijidad de pensamientos,
blancas lagunas de agua helada
que empañan la tierra somnolienta.
Y al final… la nada…
Lo de siempre… lo de nunca…
Lo que pensamos que iba a ser y fue,
lo que cualquiera hubiera supuesto
sin misterios, sin adivinanzas miserables
solo por el hecho de ser… de sentir…
Monotonía de vida…
Pasión desdibujada en una mueca que aparenta ser
pero no es…
Debilidad del ser que pretende y no puede…
Ansiedad recidiva que enamora solo a un sinsentido.
Perdón nunca dicho, caricia nunca entregada,
caminar de caminares que se retuercen en la imagen
como si fuera ayer, pero… no es ayer
es el hoy que golpea, es el mañana que abruma
en fin…
es la triste melodía de un tango que jamás será bailado
en esta estrecha calle sin salida…
Mario Ranero (otoño del 2013)
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