Sumisos y a la vez altivos,
amados y quizá envidiados
redondos como lunas de otoño
mojados… angustiados
pero nunca vencidos
salvo por un sueño
jamás cumplido…
Amanecidos como besos
níveos como escarcha
profundos como mares
irónicos y exacerbados
lacónicos y lacerantes
he aquí…
ojos de uva que se han cerrado.
Mario Ranero
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